sábado, 28 de marzo de 2009

Cielo o Infierno

Aquí va una breve historia con otra versión sobre un tema que se repite a menudo: lo importante no es lo que está fuera de mí sino cómo lo acojo en mi corazón. Y nos plantea una cuestión capital: ¿qué soy para los demás: cielo o infierno?
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INFIERNO O CIELO
Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro Zen a que le explicara el concepto de cielo e infierno.
Pero el monje respondió con desdén:
- "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".
Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
- "Podría matarte por tu impertinencia".
- "Eso, repuso el monje con calma, es el infierno".
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.
- "Y eso, añadió el monje, es el cielo".

viernes, 27 de marzo de 2009

El perro y la liebre

A nadie se le escapa que la educación es un tema fundamental y básico, hoy y ya en el siglo III a.C., en que Licurgo, sabio orador ateniense, sorprendió a sus coetáneos con la historia de esta semana, muy ilustrativa del valor de la educación y de su finalidad, además de la importancia de la experiencia. Otra cuestión será el cómo educar, cómo transmitir no sólo los conocimientos, sino los valores y las vivencias. ¡Espero que os guste!

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El perro y la liebre


Se cuenta que el legislador Licurgo fue invitado a dar una conferencia sobre educación.
Aceptó la invitación, pero pidió un plazo de seis meses para prepararse.

El hecho causó extrañeza, pues todos sabían que él tenía capacidad y condiciones para hablar en cualquier momento sobre el tema. Y por eso mismo lo habían invitado.

Transcurridos los seis meses, Licurgo compareció ante la Asamblea, que estaba expectante. Se ubicó en la tribuna, y enseguida entraron unos criados portando cuatro jaulas. En cada una había un animal; en total eran dos liebres y dos perros.

A una señal preestablecida, uno de los criados abrió la puerta de una de las jaulas y una pequeña liebre blanca salió corriendo, espantada.

Luego, el otro criado abrió una jaula donde había un perro, y éste salió en desesperada carrera a la captura de la liebre. La alcanzó con destreza, destrozándola rápidamente.

La escena fue dantesca y golpeó a todos. Una gran conmoción recorrió la Asamblea y los corazones de todos parecían saltar del pecho. Nadie conseguía entender lo que Licurgo deseaba con tal agresión.

Licurgo no dijo nada. Volvió a repetir la señal establecida, y la otra liebre fue liberada de su jaula. Enseguida, se liberó al otro perro.

El público apenas contenía la respiración. Algunos, más sensibles, llevaron las manos a los ojos para no ver la repetición de la muerte bárbara del indefenso animalito que corría y saltaba.

En el primer instante, el perro embistió contra la liebre. Sin embargo, en vez de destrozarla, la tocó con la pata y la revolcó. Luego se irguió y se pusieron a jugar.

Para sorpresa de todos, ambos animales mostraron tranquila convivencia, saltando de un lado para el otro.

Entonces, y solamente entonces, Licurgo habló:

- Señores, acabáis de asistir a una demostración de lo que puede la educación. Ambas liebres son hijas de la misma matriz. Fueron alimentadas igualmente y recibieron los mismos cuidados. Así, igualmente, los perros. La diferencia entre ellos reside, solamente, en la educación.

Y prosiguió vivamente su discurso, exponiendo las excelencias del proceso educativo:

- La educación, basada en una concepción exacta de la vida, transformaría la cara del mundo. Debemos educar a nuestros hijos, esclarecer su inteligencia pero, ante todo, debemos hablar a su corazón, enseñándole a despojarse de sus imperfecciones, porque la sabiduría por excelencia consiste en volvernos mejores.

sábado, 21 de marzo de 2009

Te deseo...

Para la historia de la semana de hoy he retomado un poema conocido que expresa los mejores deseos para los amigos, pero no de una forma almibarada y artificial sino muy realista y a pie de calle como buen conocedor de la psicología humana. A veces les pasa a los que son muy idealistas que tienen una visión de las cosas que es difícil confrontarla con la realidad, con todo lo que ello supone.


Sirva este poema para agradeceros de corazón todas las felicitaciones que he recibido con motivo de mi onomástica. ¡¡Muchas gracias por vuestra amistad!!


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Te deseo....


Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar,
y que después de olvidar, no guardes rencores.



Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes,
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.


Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que algunas veces te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.


Te deseo además que seas útil,
mas no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.


Igualmente te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.


Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que, ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.


Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.


Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.


Te deseo que acaricies un perro,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
cantar triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
te sentirás bien por nada.


Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuantas vidas
está hecho un árbol.


Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico.
Y que por lo menos una vez
al año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: "Esto es mío",
sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.


Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre el amor para recomenzar.


Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.


Sergio Jockymann