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viernes, 4 de junio de 2010

La vasija

¿Quien se puede considerar perfecto? Pues sinceramente creo que nadie.

Todos tenemos nuestras limitaciones consecuencia de la finitud de la persona humana. Pero ello no es obstáculo para que desarrollemos nuestra labor de la mejor forma que sepamos y podamos, y seguro que tiene sus frutos y su recompensa.

Esto es lo que me ha recordado la historia de esta semana, titulada La vasija, pero seguro que a los lectores les dice muchas más cosas.

Espero que os guste.

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La vasija

Un cargador de agua tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón. 

Cuando llegaba, la vasija rota sólo contenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines a los cuales fue creada. 

Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable, porque sólo podía hacer la mitad de lo que se suponía que era su obligación. 

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo. Porque debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir".

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino." 

Así lo hizo la vasija. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a todo
lo largo. Pero de todos modos se sintió apenada porque, al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar. 

El aguador le dijo entonces: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado. Por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. 

Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza".

viernes, 5 de marzo de 2010

El auténtico milagro

El ritmo de vida que solemos llevar en nuestra sociedad nos conduce a estar inmersos en múltiples ocupaciones, a cual más variada. Y a veces nos damos cuenta de que no llegamos a todo lo que nos gustaría. ¿Quién no ha dicho en alguna ocasión: ¡¡es que tengo tantas cosas en la cabeza!!?

Y es muy fácil entrar en la dispersión: cuando estoy con un asunto pienso en las otras cosas que debo hacer, lo que mina nuestra efectividad. Los místicos del siglo de oro acuñaron un concepto para expresar la idea de poner orden a la dispersión interior: el recogimiento de la mente. 

Todo esto me lo ha recordado la historia de esta semana, El auténtico milagro, que aunque breve y sencilla es de una gran profundidad.

¡Espero que os guste!

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El auténtico milagro



Un hombre se presentó a un sabio maestro y le dijo: 

- Mi anterior maestro ha muerto y necesito un nuevo maestro al que seguir. Él era un hombre santo capaz de hacer muchos milagros. ¿Qué milagros eres tú capaz de realizar?

Y el maestro, serenamente, le respondió:

- Yo cuando como, como; y cuando duermo, duermo.

- ¡Pero eso no es ningún milagro!; yo también como y duermo -replicó el discípulo.

- ¡No! Porque cuando tú comes, piensas en mil cosas; y cuando duermes, fantaseas y sueñas cosas vanas. Yo sólo como y duermo. ¡Ese es mi milagro!

miércoles, 20 de mayo de 2009

La oruga

Una pequeña oruga caminaba un día en dirección al Sol. Muy cerca del camino se encontraba una langosta. -"¿Hacia dónde te diriges?", le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó: "Tuve un sueño anoche: soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que ví en mi sueño y he decidido realizarlo".

Sorprendida, la langosta dijo mientras su amiga se alejaba: -"Tú debes estar loca. ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar?. ¡Tú, una simple oruga!. Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable".

Pero la oruga ya estaba lejos , y no la escuchó.
Sus diminutos pies no dejaron de moverse.

De pronto, se oyó la voz de un escarabajo: -"¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?".

Sudando, la oruga le dijo jadeante: -"Tuve un sueño y deseo realizarlo. Subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo".

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: -"Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa".


El escarabajo se quedó en el suelo tumbado de la risa, mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor, aconsejaron a nuestra amiga a desistir. "¡Tú no lo lograrás jamás!", le dijeron, pero en su interior había un impulso que la obligaba a seguir.

Ya agotada, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construír con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. "Estaré mejor", fue lo último que dijo, y murió. Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno del que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana, en la que el Sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto, quedaron atónitos. Aquel capullo duro comenzó a resquebrajarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que podía ser la de la oruga que todos creían muerta...


Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.

No hubo nada que decir. Todos sabían lo que haría, se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño: el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.

viernes, 27 de febrero de 2009

La cosecha

Para mí la labor educativa con niños y jóvenes supone todo un reto que me ayuda a estar en contacto con la realidad de los adolescentes. La bonita tarea de transmitir unos valores, no sólo unos conocimientos, que ayuden a las personas a ser más personas es muy gratificante.

Pero también tiene sus momentos de frustración: ¿es realmente útil?, ¿vemos los efectos de nuestra entrega?, ¿vale la pena el sacrificio que conlleva?, .... Todo esto y más me ha sugerido la historia que esta semana comparto con vosotros. Y sí: para mí sí merece la pena!!
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LA COSECHA


En un oasis escondido en medio del desierto se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.


Su vecino Hakim se detuvo a abrevar sus camellos y lo vio transpirando, mientras parecía cavar en la arena.


- ¿Qué tal anciano? -le dijo.


- Muy bien -contestó Eliahu sin dejar su tarea.


- ¿Qué haces aquí, con este calor, y esa pala en las manos?


- Siembro dátiles -contestó el viejo.


- ¿Dátiles? -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez-. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Dime, ¿cuántos años tienes?


- Ochenta, pero eso, ¿qué importa?


- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Aunque vivas hasta los cien años, difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que siembras. Deja eso y ven conmigo.


- Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

viernes, 20 de febrero de 2009

El pintor

Normalmente sólo vemos la punta del iceberg de las cosas que nos rodean, y más cuando se trata de ver lo que hay 'dentro' de las personas: motivaciones, ideales, sueños,... Por eso nos conviene recordar que detrás de cada trabajo bien hecho hay mucho más de lo que podemos imaginar. De esto trata la historia de esta semana. ¡Que la disfrutéis!

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EL PINTOR


Había una vez, en la antigua China, un extraordinario pintor cuya fama atravesaba todas las fronteras. En las vísperas del año del Gallo, un rico comerciante pensó que le gustaría tener en sus aposentos un cuadro que representase a un gallo, pintado por este fabuloso artista.



Así que se trasladó a la aldea donde vivía el pintor y le ofreció una muy generosa suma de dinero por la tarea. El viejo pintor accedió de inmediato, pero puso como única condición que debía volver un año más tarde a buscar su pintura. El comerciante se amargó un poco. Había soñado con tener el cuadro cuanto antes y disfrutarlo durante el año signado por dicho animal. Pero como la fama del pintor era tan grande, decidió aceptar y volvió a su casa sin chistar.



Los meses pasaron lentamente y el comerciante aguardaba que llegase el ansiado momento de ir a buscar su cuadro. Cuando finalmente llegó el día, se levantó al alba y acudió a la aldea del pintor de inmediato. Tocó a la puerta y el artista lo recibió. Al principio no recordaba quien era.



-Vengo a buscar la pintura del gallo -le dijo el comerciante-.



-¡Ah, claro! -contestó el viejo pintor-.



Y allí mismo extendió un lienzo en blanco sobre la mesa, y ante la mirada del comerciante, con un fino pincel dibujó un gallo de un solo trazo. Era la sencilla imagen de un gallo y, de alguna manera mágica, también encerraba la esencia de todos los gallos que existen o existieron jamás. El comerciante se quedó boquiabierto con el resultado, pero no pudo evitar preguntarle:



-Maestro, por favor, contésteme una sola pregunta. Su talento es incuestionable, pero ¿era necesario hacerme esperar un año entero?



Entonces el artista lo invitó a pasar a la trastienda, donde se encontraba su taller. Y allí, el ansioso comerciante pudo ver cubriendo las paredes y el piso, sobre las mesas y amontonados en enormes pilas hasta el techo, cientos y cientos de bocetos, dibujos y pinturas de gallos, el trabajo intenso de todo un año de búsqueda incesante.